viernes, 29 de abril de 2011

Un día en el desierto con Miguel Alvarez(Astuareg)

Miguel Alvarez a su regreso del Maratón de Les Sables ha escrito un articulo contando su experiencia en el boletín trimestral del grupo de montaña Ensidesa que a continuación paso a transcribir:




UN DÍA EN EL MARATÓN DE LAS ARENAS

250 Km por el desierto del Sahara marroquí en 6 etapas de 33, 38, 38, 82, 42 y 18 kms, el equivalente a un maratón diario y en régimen de autosuficiencia; o sea que hay que llevar en la mochila absolutamente todo lo necesario para vivir una semana, incluyendo el material obligatorio, como una bomba de aspiración de veneno o una bengala de emergencia entre otras cosas. La organización solo te proporciona el agua y una haima para descansar.

… yalaa, yalaa, yalaa …aún no son las 6 y ya vienen los “termitas” quitando el toldo de las haimas, en unos minutos ya solo tendremos los 6 metros de alfombra sobre la que convivimos 8 personas.
El sol empieza a despuntar por el horizonte, aunque el frío de esta hora hace que permanezca acurrucado en el fino saco un rato más. Pero de forma instantánea se pasa a una actividad frenética, hay que calentar agua para  desayunar los cereales liofilizados, ir a buscar la botella de agua de 1,5 litros, bajo pena de 30 minutos de sanción,  hay que curarse las heridas, protegerlas y pertrecharse con la sucia y sudada indumentaria de guerra, incluidas las polainas para evitar la entrada de arena a los pies. Ya estamos listos, donde antes había 120 haimas distribuidas en 2 círculos concéntricos, ahora hay 120 grupos de 8 personas con sus enseres esparcidos por el suelo, ya sin alfombra.

La espera hasta las 9, que se da la salida, se hace un poco larga, pero si azota el viento, se hace eterna, sin ningún lugar donde protegerse.
Ya todo el mundo agrupado detrás del arco salida, mientras Patric Bauer, el jefe, suelta su discurso desde encima de un todo terreno, observo las caras de los que me rodean y aprecio su transformación , los primeros días se percibía miedo y nervios, ahora ya todos sabemos a lo que nos enfrentamos y conocemos el ritmo que  el Desierto nos permite llevar. Yo todos los días intentaba infringirlo e ir más rápido, pero El me esperaba en el último tramo con el mazo para ponerme en mi sitio. Los rostros también habían cambiado, una semana sin afeitarse y la pérdida de peso dejaban huella, parecíamos africanos.

Estos momentos eran uno de mis favoritos, a falta de pocos minutos la música nos hace botar y jalear, 10 segundos para la salida y suena Highway to Hell de ACDC, choques de palmas deseando suerte y estampida. Rápidamente se forma una fila interminable y el helicóptero haciendo pasadas a baja altura por encima nuestro, filmando, ¡que pasada!
Pero este subidón de adrenalina dura poco, enseguida el silencio, es el momento del autochequeo, ¿cómo me van las piernas, qué me duele? Hay que buscar sensaciones y el ritmo adecuado y en el primer repecho mirada hacia atrás y disfrutar con el espectáculo de una hilera de más de 800 corredores.

Cada etapa es una historia diferente, esto no es la Wii, es el Sables auténtico. Aquí correr con una mochila de más de 11 kg, el primer día, que va bajando según se van consumiendo los 5 kg de comida que traía, es durísimo y si la superficie es de arena o piedras, en el mejor de los casos, hace que no más de 200 o 300 lo puedan hacer, aunque sea al trote cochinero y por supuesto con temperaturas por encima de 40 ºC.
Todo ello hace que la mente sea fundamental para poder aguantar esta tortura y hay que echar mano de recursos inimaginables de autoengaño para que las piernas no paren. Por ejemplo admirar el paisje y disfrutar de esta oportunidad única de recorrer estos sitios tan inhóspitos y bellos.

Cada unos 12 kms hay un punto de control donde nos dan una botella de agua. El tiempo de paso por estos puntos era registrado, puesto que llevábamos un chip en el tobillo, y visualizado instantáneamente a través de la Web de la organización, lo que creaba gran expectación entre los amigos y familiares que te seguían, teniendo ellos más información que nosotros mismos.

Otro de los momentos emocionantes era cuando llegabas a meta, por mal que estuvieras, esbozaba una sonrisa, sacaba la bandera de Asturias y saludaba a la gente que pudiera estar viéndome.
Pasada la euforia de llegar a meta, empezaba la otra parte de la etapa, la recuperación.
Lo primero coger las 3 botellas de agua que tienes hasta el día siguiente e ir hasta tu haima, que podía estar a unos 400 m, pero que se hacían eternos, ves lo agotado que estás y te parece imposible que hayas estado corriendo bajo este sol abrasador tan solo hace unos minutos. Te das cuenta que era la mente quien hacía todo el trabajo y una vez que la desconectas, el cuerpo es incapaz de dar un paso más.

Al llegar a la haima, tiras las botellas, la cruz de la mochila y tu mismo sobre la alfombra y esperar que no haya viento, porque ahora no hay fuerzas para mantener la haima en pie, ni para nada.
Lo siguiente era comer un poco, 60 gr de jamón y 50 de frutos secos y a continuación el aseo, un chorrito de agua en una esponja jabonosa desechable y ya está.
Ahora ya un poco más tranquilo calentaba agua para preparar un paquete de 80 gr. de pasta y beber agua sin parar con aporte de sales minerales para compensar la pérdida.

Ya comido, bañado y relajado, aprovechaba para acercarme hasta la carpa donde la organización tenía 13 ordenadores y te permitía enviar un mensaje diario, desde aquí se veía la meta y la gente seguía llegando hasta bien entrada la tarde, son los “walking dead”. Yo que me quejaba de lo jodido que acababa, viendo como llegan algunos y lo recuperado que estoy yo ya, me doy cuenta que soy un privilegiado.
La otra rutina antes de la cena era ir a los servicios médicos a curarse las ampollas, pero yo tuve la fortuna de ser uno de los pocos que no tuvo la necesidad de visitarlos, supongo que cuestión de suerte, porque no echaba nada a los pies, ni ponía ninguna protección y  mis zapatillas eran del número que habitualmente uso, nada de 1 o 2 más como se suele recomendar.

Ya a las 7 el sol empezaba a desaparecer por el horizonte, era la hora de preparar la cena, en mi haima nos gustaba hacerlo juntos, cada uno lo suyo, pero en grupo. Cuando digo cenar, me refiero a calentar otra vez agua con las pastillas de alcohol sólido para echarla al liofilizado correspondiente, hoy toca pollo al curry.

Sobre esta hora llegaba otro de los momentazos del día, repartían los mensajes que nos habían mandado desde la Web (www.darbaroud.com). Todos los leíamos a la vez y en el silencio observabas las caras de felicidad y emoción de los compañeros, con alguna lagrimilla que otra, era el último empujón de moral antes de alejarme un poco para observar el cielo tan limpio y lleno de estrellas antes de meterme en el saco e intentar dormir mientras repasaba la película del día y dar gracias por estar viviendo esta aventura.

Yalaa, yalaa, yalaa …..
Miguel Alvarez Pérez

 Aquí dejo el enlace de un  par de crónicas de otros participantes



 Este próximo martes 3, la TPA le hará una entrevista a Miguel hacia las 7:30 de la tarde.



1 comentario:

Jose Luis dijo...

Fermín, ¿estás seguro de que todo eso es cierto? ¿estás seguro de que la foto no es un montaje en la playa San Lorenzo? jajajaja. Vaya crack.

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